Sin título de Joshua Bates
Me enamoro de ti a primera vista. Destacas comprando entre una multitud repetitiva de edades indefinidas. Te deslizas sigilosa por el suelo encerado de los pasillos de Mercadona. Sonrío cuando te veo bailar mentalmente en la sección de congelados, entre la pizza cuatro quesos y la mezcla para fajitas. Curioseas entre los helados y coges una tarrina de vainilla y nueces de macadamia. Yo soy más de tarta de queso. Escuchas música en unos cascos gigantes y tarareas moviendo sensualmente los labios mientras acaricias los barrotes del carrito como si fueran cuerdas de un arpa. Ni mucho, ni poco. Lo justo para volverme loco. Te imagino acariciándome. Me excito y tengo que taparme con la cesta para disimular. Te pierdes entre las ensaladas preparadas y me asusto porque por un momento te pierdo de vista. Te sigo y descubro que hueles a canela. Me gustan las chicas que huelen a canela. Escoges un brick de leche como si fuera la decisión más importante de tu vida. Me miras, sonríes y yo cojo uno de esos zumos tropicales que tanto odio de puro nervio. Nuestras manos se rozan al coger una barra de pan recién horneada. Dices que quema. Yo asiento como un imbécil porque estoy que ardo. Me quedo inmóvil mirándote fijamente. Ninguno soltamos la barra de pan. Digo pan para hoy y hambre para mañana y mientras salen las palabras me estoy arrepintiendo de decirlo. Tengo un doctorado en frases estúpidas en momentos inadecuados. Ríes con brillante sonrisa de dentífrico Hacendado. Te hago gracia, eso es buena señal. Tú respondes al pan, pan... y al vino, vino. Reímos y siento que es un principio. El principio de algo bonito o el principio del final. Pero es un principio. Me gustan los principios.
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