Sin título de Chiara Lombardi
De repente, sin saber porqué, sientes la necesidad imperiosa de besarla. Un cosquilleo que inunda todo tu cuerpo desde el dedo gordo del pie hasta la comisura de tus labios... de todos tus labios. Los mojas un poco y se te eriza la piel.
¿Quién dijo que el verano terminaría con vosotras?
Con el sol se le han reactivado muchas pecas nuevas. Te gusta jugar a encontrar las siete diferencias con el día anterior. Por cada nueva peca le robas un beso... cazándolos al vuelo como si fuera un Pokemon que se ha colado en vuestra habitación.
Te asomas desnuda al balcón, tapándote con la cortina a modo de toga griega. Finges ser una emperatriz de lo más antiguo... la emperatriz de Lavapies. Fuera suena la verbena. La gente ríe y bebe. Unos abuelos bailan un chotis. Ella te abraza por la espalda y acaricia tu pelo azul. El azul es el color más cálido. Tan cálido como el asfalto vacío de Madrid en agosto. Tan cálido como un jersey de angora. Tan cálido como una estrella en explosión en el centro de tu cuerpo... y te dejas llevar.
Estallas como si estallaran todos los planetas juntos. Una bomba nuclear en tu pecho. Un terremoto en la boca del estómago. Te dejas llevar, porque las noches de verano son para perder la cabeza, el pudor y las bragas también. Te dejas hacer, porque no has venido a jugar... has venido a ganar.
Ella te susurra al oído que si sabes que eso que sientes cuando quieres besar a alguien se llama basorexia...
...tú le respondes que pensabas que se llamaba amor.